A diario hay que tomar decisiones, algunas trascendentales la mayoría triviales.
Cambiar de trabajo, terminar una relación sentimental, hacer un viaje largo. Salir a la calle, subirse al transporte público o pedir un permiso laboral. Comprarse un celular costoso, pasear de noche con la bicicleta nueva o lucir una gorra de colección en el centro la ciudad. Son actividades comunes que generan terror en muchos de nosotros al enfrentarlas, pese a que estemos habituados a ellas.
El velo apocalíptico que tendieron sobre nosotros y la narrativa sangrienta nacional condiciona nuestra manera de relacionarnos con lo que va a pasar. La mayoría de las veces el panorama que vislumbramos ante una situación cualquiera resulta ser el más desastroso y desolador posible, basándonos en lo que pasó.
Los herméticos hicieron metáforas con el péndulo; mi abuela decía: “No se rían mucho porque después van a llorar amargamente”.
No sé si mi abuelita creía esto en verdad o solo lo decía para que dejáramos la algarabía, lo cierto es que para nosotros se convirtió en Vox Dei, como quien dice nos acostumbramos a que la felicidad se paga con sufrimiento. Algo difícil de entender en un sistema basado en las recompensas.
Acumulamos temores que otros nos heredaron, y en eso los medios de comunicación tienen todos los méritos por la difusión terrorista sistemática. Nos ofrecieron calvarios, sacrificios e inmolaciones. Nos vendieron la sumisión disfrazada de humildad como un bien universal, nos pusieron la corona de espinas provocando en nosotros una adictiva sensación de autocompasión y lástima que no nos permite crecer ni avanzar.
¿Hasta cuándo vamos a permitir que nos sigan haciendo esto?
Nuestros hijos merecen otro tipo de educación. Tenemos miedo hasta de comer actualmente, porque dizque todo hace daño.
“La tercera guerra mundial”, “el calentamiento global”, “el castrochavismo”, “se meten al conjunto de al lado”, “el COVID nunca se fue”, son algunos de los titulares de prensa que más causan zozobra en los ciudadanos y sabemos que eso es parte de su objetivo.
Desconectarnos de los medios audiovisuales suele ser magnífico para enfrentarnos a los temores, ya que si bien no es fácil eliminar los que ya están dentro de uno, por lo menos evitamos que ingresen más a nuestra mente.
No vengo a ofrecerte recetas ni secretos de coaching o de autoayuda para superar de una vez para siempre todos tus miedos y ser un iluminado, paso a recordarte que lo que más nos satisface está del otro lado de ellos, y que siempre hay alguien que se beneficia de tu temor. Todos los seres humanos somos susceptibles de temer, pero viene con nosotros el manual para enfrentarnos a lo que sea, solo toca apagar el sentido común de vez en cuando para hallarlo dentro de nosotros.
He visto muchas personas rebelarse ante aquello que los asusta y lo hacen a diario, No siempre sucede lo que se espera y contrario a lo que se intuya, la vida pueda que siga siendo igual, solo que ahora la pueden mirar de frente.
Los mayores logros de nuestras clases sociales se han conseguido a través de personas que dejaron de temer y se enfrentaron a lo establecido, algunos de esos valientes murieron luchando. Gracias a su tesón hoy gozamos de muchos derechos que antes no. Es un precio justo para mí.
Esto no es más que un vago intento por hacerte ver que el miedo viene de afuera y que el coraje es intrínseco al ser humano.
Te invito a que escojas algo que te atemorice, le inventes una cara y se la partas hasta que tenga que arrastrarse para huir. Nada nos debe impedir ser, en el sentido total de la palabra, porque al final todos moriremos y en polvo nos convertiremos.