Basir aterriza en Barajas entre la alegría y la confusión
Tras años huyendo, Basir, un sudanés que sobrevivió a la tragedia de Melilla en junio de 2022, ha aterrizado en el aeropuerto madrileño de Barajas. Después de ser devuelto en caliente por la Guardia Civil y trasladado contra su voluntad a cientos de kilómetros de la frontera por las autoridades marroquíes, Basir ha logrado finalmente llegar a España gracias a una medida cautelar de la Audiencia Nacional.
Una victoria para los refugiados
La llegada de Basir a España supone un hito para las personas refugiadas que solicitan protección internacional en las representaciones diplomáticas españolas. La aplicación del artículo 38 de la Ley de Asilo, que permite que el solicitante sea transferido a territorio español, ha sido hasta ahora muy restrictiva, especialmente para los subsaharianos en Marruecos.
Sin embargo, la victoria de Basir sienta un importante precedente y demuestra que existen vías legales para acceder al derecho de asilo. Sus abogados afirman que este caso "es un paso adelante para garantizar los derechos de los refugiados" y esperan que sirva de ejemplo para otros solicitantes de asilo.
Una recepción fría
A pesar de la alegría por su llegada a España, Basir no ha tenido la recepción que esperaba. Mientras sus abogados lo esperaban en el aeropuerto sin poder comunicarse con él, dos agentes de la Policía Nacional lo llevaron a una sala del aeródromo, donde le tomaron fotos y registraron sus huellas dactilares.
Basir se sintió desconcertado y asustado, ya que nadie le había informado de este procedimiento. Pidió hablar con sus abogados, pero no se lo permitieron. "Estaba como ciego, sin información sobre nada de lo que estaba sucediendo. No entendía por qué todo el mundo me negaba la posibilidad de hablar con mis abogados", contó Basir.
El Ministerio de Migraciones, responsable de la recepción de Basir, no ha respondido a las preguntas de EL PAÍS sobre si este es el protocolo habitual en estos casos. En otras situaciones en las que se ha trasladado a España a refugiados afganos en circunstancias muy parecidas no ha habido intervención policial y los primeros en recibirlos han sido empleados de las ONG.
Un viaje lleno de obstáculos
Basir lleva huyendo desde los 15 años tras un ataque que sufrió en su aldea en Sudán. Fue acogido por unos familiares que nunca aceptaron que fuese cristiano y acabaron amenazándolo de muerte si no se convertía al Islam. "Si eres cristiano en Sudán, te consideran un pagano y creen que te pueden matar para hacerle un favor a Dios", contó Basir a EL PAÍS en diciembre de 2022.
Volvió a huir y pasó por Egipto, Libia y Argelia antes de decidir dar el salto a Europa a través de la valla de Melilla. Aquel intento, en el que participaron cerca de 2.000 personas, la mayoría refugiados sudaneses como él, provocó una brutal reacción de las fuerzas de seguridad marroquíes (con la participación de la Guardia Civil) que se saldó con decenas de muertos y desaparecidos.
Basir, como la mayoría de los supervivientes, fue forzado a subirse a un autobús que le dejó en Beni Melal, una ciudad que Rabat usa para el destierro de migrantes. Seis meses después, DEMOS, Estudio Legal de Derechos Humanos, asumió su caso y solicitó en la Embajada de España en Marruecos la aplicación del artículo 38 de la Ley de Asilo.
Su petición se quedó en un cajón durante meses, a pesar de que el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, había defendido en varias ocasiones que esta era la fórmula para venir a España y pedir protección, y no saltando una valla.
Un futuro incierto
Ahora, tras un año y medio de haber presentado su solicitud, Basir ya está en España. Sin embargo, su futuro es incierto. Todavía tiene que formalizar su petición de asilo y no sabe cuánto tiempo tardará en obtener una respuesta. Mientras tanto, vive en un centro de acogida y recibe apoyo de varias ONG.
Basir espera que su historia sirva para concienciar sobre la difícil situación de los refugiados y para animar a las autoridades españolas a mejorar las vías legales de acceso al derecho de asilo.