Carta a un amigo que se ha ido
Querido Ramón,
Hoy la muerte ha vuelto a llamar a una puerta cercana. Y este día ahora ya no me parece tan dulce, tan propenso al gozo como creía. Ahora es un día terrible, nos apuntabas en la bellísima Cambra insomne (1992).
Este viernes que parecía traer buenos augurios de otoño se ha transformado, de repente, en una destral fría que nos ha solsit el conocimiento y nos ha abierto en canal dejándome a la intemperie, un viernes que se ha cargado de una tenebra que ahora me penetra y me dol.
¡Qué putada nos has hecho! No lo esperaba, me lo he temido en algún momento, en los últimos meses y, hasta incluso, antes, hace más de un año, cuando un día todo mirándote a los ojos te pregunté qué te pasaba y quisiste tirar balones fuera malgrat saber que también hi vaig passar per un via crucis semblant. Después tuviste un tiempo que cuando hablábamos m'animaves, explicándome que la malaltia anava molt millor. Crec que em vaig autoengañar o, quizás, em vas convèncer con tus ganas de enllestir nuevos proyectos y escribir. Recuerdo a principio de la primavera de este año, cuando me llamaste pidiendo que te hiciera la primera presentación del excelente ensayo-dietario Foc de magranes (2024). Dejé otros compromisos y tal como fue la conversación temí que tenías una nueva recaída y pintaba bastos. Al leer el libro comprobé, como siempre me pasa con toda tu obra, desde el primer libro de poesía, D'on gran desig engendra (1992) hasta cualquier de los dietarios pongamos por caso, Com l'angèlica (2008), como aquel cisell, aquel burí de cada idea se transformaba en una fiesta, una celebración bien inteligente y perspicaz del fet literari, de la creación en el sentido más profundo de la palabra. Una muy buena radiografía de tu trayectoria vital y creativa. De músicos, de pintores y, por descontado, de escriptures que estimas. Y siempre hemos dicho los dos y otros amigos que todo verdadero creador está siempre dentro de su obra como dentro de un laberinto, como cuando contempla un peñasco desde la orilla y el vértigo te atrapa.
Desde que el año 1980 nos conocimos haciendo las primeras caligrafías y proyectos literarios, todo cal dir-ho, con un alto índice de mortalidad infantil, la juventud rebelde y, así mismo, bien inocente, siempre pensamos y tú lo llevaste hasta las últimas consecuencias en tu obra, que la palabra y la belleza eran un magnífico antídoto contra la intolerancia, hasta incluso contra la estulticia. Desde la procesión y el itinerario a ciertos tugurios (digamos Cavallers de Neu, Lisboa o Arana) de cuando el barrio del Carme era un nido de letraheridos y barbudos insomnes hasta cuando militábamos en la junta de l'AELC, todo pasando por unas reuniones cada semana con la excusa de cenar, por intentar arreglar aquello que no tiene ninguna solución y construir canales normales para una literatura en una sociedad gens normal, todo pasando por el eje neurálgico de la biblioteca de Catarroja (centro de contubernios, menciono algún caso: el Colectivo Jordi de Sant Jordi, la revista Daina, los Premios de la Crítica de los Escritores Valencianos y otros no confesables o de muerte prematura). Tostemps has estado acompañado de libros, tu profesión diaria, la tarea impagable que has realizado en tu pueblo y a toda la comarca como bibliotecario, como también has organizado actos de pelaje bien diverso alrededor de la lectura y la literatura. Y como escritor, todavía no hace mucho tiempo los encuentros de poetas de diferentes culturas que se reunían gracias a tu esfuerzo y tenacidad.
Echaré de menos tu sentido del humor, bien socarrón y tu mirada de complicidad, la palabra justa y bien afilada cuando hacía falta para los cretinos, los silencios cargados de profundo significado. En los momentos de dolor cuando el vendaval de la vida te hiere con algún cuchillo inesperado, cuando te penetra y te roza lo tierno del alma. Cuando te deja en carne viva la herida. Las palabras pueden aliviar, solo menguan, pero la galerna no desaparece. Y tú lo sabes muy bien, amigo mío. ¿Qué perfil esboza la memoria? ¿Qué color tiene el olvido? ¿A qué sabe el dolor? La palabra, el arte, la belleza... aquel rayo silencioso que recorre el ámbito incierto de los animalillos kafkianos de este mundo nos provoca también la desdicha. La literatura embiste, imprevisiblemente, por el hombro. Feroz y plácida se ensaña. No hay escapatoria posible. Acorralado entre la conciencia y el sueño, el mareo se convierte en el pan de cada día. No olvides que, a pesar de la desdicha, los sueños no han sido humillados. Y como has escrito en Terra d'aigua (1993): “Hay una parte de mí que no es mía como hay un verso roto que no me pertenece, un ritmo que no se acopla, una sílaba que siempre es misterio. Un corazón que las lunas esconden, una mirada ignota que el espejo no sabe devolverme, un sol debilitado. Un camino que mis pies destrozan, una balsa que en riachuelo embarranca, este aullido que los lobos reconocen. Un silencio”.
Es bien cierto que hemos perdido uno de los buenos escritores actuales del País Valenciano, siempre tendremos la obra para leerla y releerla, de disfrutarla, pero yo he perdido uno de mis mejores amigos. Ya te echo de menos. Gracias por tu amistad de tantos años. Buen viaje y como nos decíamos, medio en broma y medio en serio, tú charlarás primero con Shakespeare, Pasolini y Virginia Woolf. Dile a Henry Purcell eso que tú y yo sabemos. Ahora “viene la noche: cortadas por nubes de hollín/ ahora se desangran las venas del día”.
La literatura envesteix, imprevisiblement, per l’espatla. Ferotge i plàcida s’acarnissa. No hi ha escapatòria possible.
Josep Ballester, escritor