Qué es la viruela del mono y cómo se transmite
La viruela del mono, también conocida como mpox, es una enfermedad viral que ha captado la atención global, especialmente tras el brote mundial iniciado en 2022. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta enfermedad es causada por el virus de la viruela símica, perteneciente al género Orthopoxvirus. Existen dos clados del virus: Clado I y Clado II, siendo este último responsable de la mayoría de los casos recientes.
La transmisión de la viruela del mono se da principalmente a través del contacto físico directo con personas infectadas. Este contacto puede incluir desde relaciones sexuales hasta el simple roce con la piel lesionada o las mucosas de una persona enferma. Además, el virus puede transmitirse por vía respiratoria mediante gotículas o aerosoles de corto alcance, especialmente en situaciones de contacto cercano prolongado.
Otra vía de contagio es el contacto con materiales contaminados, como ropa de vestir, sábanas o agujas que hayan estado en contacto con una persona infectada. Los animales también juegan un rol en la transmisión del virus. El contacto con animales infectados, como monos y roedores, ya sea a través de mordeduras, arañazos o al manipular sus cadáveres, es un factor de riesgo.
Síntomas y signos de la viruela del mono
Los síntomas de la viruela del mono suelen manifestarse una semana después de la exposición al virus, aunque pueden aparecer entre 1 y 21 días tras el contagio. La duración de los síntomas varía, generalmente entre 2 a 4 semanas, aunque puede extenderse en personas con sistemas inmunológicos debilitados.
Entre los síntomas más comunes se encuentran la aparición de erupciones cutáneas, fiebre, dolor de garganta, dolor de cabeza, dolores musculares, dolor de espalda, falta de energía e inflamación de los ganglios linfáticos. La erupción es un signo distintivo de la viruela del mono, comenzando como una mancha que se transforma en una vesícula llena de líquido, la cual puede causar picazón o dolor. Con el tiempo, estas lesiones se secan y forman costras que eventualmente se caen, dejando cicatrices en la piel.
La erupción puede aparecer en cualquier parte del cuerpo, incluyendo las palmas de las manos, plantas de los pies, cara, boca, garganta, ingles, genitales y ano. En algunos casos, las personas infectadas pueden presentar una erupción localizada en áreas específicas, como los genitales, antes de que otros síntomas se manifiesten.
En casos severos, la viruela del mono puede llevar a complicaciones graves como infecciones bacterianas secundarias en la piel, neumonía, infección de la córnea con posible pérdida de visión, y en casos extremos, encefalitis (inflamación del cerebro), miocarditis (inflamación del corazón) y septicemia (infección generalizada en la sangre). Las personas inmunodeprimidas, como aquellas con VIH no controlado, están en mayor riesgo de desarrollar formas graves de la enfermedad.
Prevención y diagnóstico
La prevención de la viruela del mono se basa en evitar el contacto con personas infectadas y con materiales contaminados. La OMS recomienda la vacunación en personas de alto riesgo, como personal de salud, hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, y personas con múltiples parejas sexuales. La vacuna debe administrarse lo más pronto posible después de la exposición al virus, preferiblemente en los primeros 4 días.
El diagnóstico de la viruela del mono se realiza mediante pruebas de laboratorio, siendo la más común la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) para detectar el ADN del virus. Esta prueba se lleva a cabo tomando muestras de las lesiones cutáneas mediante un frotis vigoroso.
Respuesta global y situación actual
El brote global de viruela del mono ha sido declarado una emergencia de salud pública de importancia internacional por la OMS en julio de 2022. Desde entonces, se han implementado diversas medidas para controlar la propagación del virus, incluyendo campañas de vacunación y un mayor enfoque en la vigilancia epidemiológica.
A pesar de estas medidas, la enfermedad sigue representando un desafío para la salud pública mundial, especialmente en regiones con sistemas de salud frágiles. La situación se complica aún más con la aparición de nuevas variantes del virus, como la cepa clado IIb, que ha mostrado un comportamiento más agresivo en algunos brotes recientes.