El repentino dolor de pecho de Ana García es un desgarrador recordatorio de la epidemia silenciosa que azota a México: las enfermedades cardiovasculares. Según las últimas estadísticas, se cobran la vida de más de 260,000 mexicanos cada año, lo que las convierte en la principal causa de muerte en el país. El sistema de salud de México, plagado de desafíos y escasez de recursos, lucha por hacer frente a esta crisis de salud pública.

El silencioso asesino

Las enfermedades cardiovasculares se refieren a una gama de afecciones que afectan el corazón y los vasos sanguíneos. Incluyen enfermedades cardíacas como ataques cardíacos e insuficiencia cardíaca, así como accidentes cerebrovasculares y enfermedades vasculares periféricas. A menudo se deben a factores de riesgo modificables como el tabaquismo, la mala alimentación, la inactividad física y la obesidad. Lamentablemente, estas afecciones a menudo se diagnostican en etapas avanzadas cuando el daño ya es significativo.

Una carga abrumadora

La carga de las enfermedades cardiovasculares en México es asombrosa. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2023 se registraron más de 794.000 muertes en el país. De ellos, más del 33% fueron causados por enfermedades cardiovasculares, lo que representa más de 260.000 vidas perdidas.

Para poner esto en perspectiva, el número de personas que mueren cada año en México por enfermedades isquémicas del corazón es equivalente a la población de ciudades enteras como Nogales, Sonora o la ciudad de Oaxaca. Esta estadística aleccionadora subraya la gravedad de la situación.

Un sistema de salud abrumado

El sistema de salud de México enfrenta numerosos desafíos que obstaculizan su capacidad para abordar adecuadamente las enfermedades cardiovasculares. La falta de recursos, las instalaciones inadecuadas y la escasez de personal médico especializado son problemas sistémicos.

En 2024, el gasto público en salud en México se fijó en solo el 2,85% del Producto Interno Bruto (PIB). Esta asignación presupuestaria es significativamente menor que la recomendación de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) de al menos el 6% del PIB para una cobertura universal de salud efectiva.

Además, la fragmentación del sistema de salud de México, con múltiples proveedores y planes de seguro, crea desigualdades en el acceso a la atención. Las personas de bajos ingresos y las que viven en zonas rurales a menudo tienen dificultades para acceder a servicios de salud de calidad, lo que las hace más vulnerables a las enfermedades cardiovasculares.

Una llamada a la acción

Abordar la epidemia de enfermedades cardiovasculares en México requiere un esfuerzo concertado de todas las partes interesadas. Los responsables políticos deben priorizar la salud cardiovascular en la agenda de salud pública y asignar fondos suficientes para programas de prevención y tratamiento.

El sistema de salud debe fortalecerse invirtiendo en infraestructura, capacitación y personal. Se deben establecer campañas de sensibilización pública para promover estilos de vida saludables y concienciar sobre los factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares.

Además, se deben implementar políticas integrales para reducir los factores de riesgo modificables. Esto incluye promover dietas saludables, alentar la actividad física, reducir el consumo de tabaco y abordar la obesidad. Al adoptar un enfoque multifacético, México puede comenzar a revertir la creciente tendencia de las enfermedades cardiovasculares y mejorar la salud y el bienestar de su población.