Una pareja de payasos arranca las primeras risas en Paiporta tras la DANA
Dos vehículos, uno militar y una furgoneta negra, aparcan a la vez en la calle Antonio Machado de Paiporta, en primera línea frente al barranco que hace 37 días arrasó esta localidad de 27.000 habitantes.
Del primero se bajan, uniformados, una docena de efectivos del Ejército del Aire; de la segunda, una pareja de payasos. Todos van a trabajar. Unos, limpiando garajes, locales, calles… Otros, liberando la tensión acumulada durante más de un mes de angustia.
Los militares apuran unos churros antes de ponerse manos a la obra. Ambos equipos se desean suerte en sus respectivas misiones. El recorrido por el pueblo de Pau Palaus y Manuel Barandiarán, de Contaminando Sonrisas, dura una hora: 60 minutos que arrancan las primeras risas en la zona cero de la DANA.
Risas y abrazos para liberar la tensión
La primera parada es en el centro de distribución de comida de la ONG World Central Kitchen, del chef José Andrés. El payaso saca un pañuelo para limpiar las botas de barro de una mujer que hace un minuto reía al ver la aparatosa entrada de Pau y Manuel en el local y ahora llora emocionada.
Unos metros más allá, le ocurre lo mismo a Óscar Ullastres, electricista que ha venido desde Madrid para ayudar. Había parado a comerse un bocadillo y descansar. Cuando Pau se ha sentado a su lado y ha empezado a hacerle bromas, no parecía hacerle mucha gracia, pero de repente, se rompe, emocionado.
Luego los buscará para regalarles una botella de vino y darles un abrazo. Muchos habitantes de la localidad y muchos de sus uniformados visitantes de estos días (militares, policías, guardias civiles…) reaccionan con sorpresa cuando los ven, incluso con cierto malestar, pero el esfuerzo de los payasos, que van improvisando con imaginación pequeños gags con cualquier cosa —precintos policiales, cinta aislante, una mandarina…— hace que poco a poco la tensión se libere y estalle el llanto o la risa.
Pau reparte besos, baila con las vecinas, convierte una calle donde un camión cisterna limpia una alcantarilla en un paseo nupcial del brazo de otro hombre que luego se acercará a los payasos para decirles: “¿Me dais trabajo?”. Pau lo ha visto más veces, en otros sitios: “El poder de la risa es inmenso, pero cuanto más bajita está la gente, más se nota el efecto”.
Un espectáculo único
Terminan el recorrido sudando. La audacia de Pau le ha llevado a subirse al techo de un camión de la UME mientras su conductor le hacía fotos y rezaba para que no se cayese; o a trepar, junto a una pared en la que se leía: “Peligro, pozos”, hasta el balcón de una chica que, al verlos pasar a dos payasos por su calle, les ha preguntado: “¿Qué hacéis aquí?”.
No hablan, se comunican con abrazos, besos, gestos de fuerza cada vez que pasa un militar. Manu toca el violoncelo mientras Pau le empuja por las calles de Paiporta. “Es un número”, explica el segundo, “inspirado en un abuelo gitano y un niño judío en la II Guerra Mundial”.
La asociación, que nació hace 10 años, ha llevado su espectáculo a cárceles, orfanatos y campamentos de refugiados en una docena de países. La gente se sorprende de que rechacen dinero durante la actuación. El viaje lo han financiado con una colecta en un festival de circo.
Ayudando a Paiporta a sanar
Llevan 15 días en la zona afectada por la DANA y han notado algunos cambios. “Al principio había mucha más policía por los robos. Yo mismo vi una furgoneta llena de baterías que habían sustraído de los coches”, señala Pau. Se han acercado también a los colegios de las zonas afectadas y preparan un proyecto para invitar a artistas, magos y payasos de toda España.
“Queremos estar aquí durante ocho meses”. Para que, cuando la tensión y el lodo hayan bajado y surjan otros problemas, permanezcan las risas.