Uniendo culturas: Programa Kideak apoya a jóvenes migrantes en Navarra

En la comunidad de Navarra, España, una iniciativa innovadora está marcando la diferencia en la vida de jóvenes migrantes. Se trata del programa Kideak (compañeros, en euskera), impulsado por el Gobierno de Navarra y gestionado a través del programa Orbitan de Zakan Social, que está actualmente facilitando la integración social y el desarrollo personal de jóvenes de entre 18 y 23 años que llegan a la región sin redes de apoyo familiar.

Este programa, que comenzó en 2021, está superando las barreras culturales y lingüísticas al emparejar a estos jóvenes con mentores voluntarios locales. El objetivo principal es construir puentes de entendimiento y ofrecer un acompañamiento que les permita adaptarse a su nuevo entorno, acceder a oportunidades educativas y laborales, y construir un futuro prometedor en España.

Historias de superación: Adil y Rida

Adil Anaykh, un joven marroquí de 22 años, es uno de los beneficiarios del programa. Después de un difícil viaje desde Turquía, donde entró a Europa escondido en los bajos de un camión, Adil ahora reside en Pamplona. Actualmente, se encuentra cursando estudios de castellano y preparándose para iniciar un curso de cocina. Su sueño es «conseguir papeles», trabajar como cocinero y formar una familia en España. «Ojalá tener una familia aquí, con niños, una casa, un coche, un trabajo bueno», expresa con entusiasmo.

Rida Kribaa, también originario de Marruecos, comparte aspiraciones similares. A sus 24 años, se está formando en el área de limpieza, pero anhela conseguir un trabajo «bueno» como mecánico, la profesión que ejerció durante tres años en su ciudad natal. Al igual que Adil, Rida tuvo que enfrentarse a una dura travesía para llegar a Europa, eligiendo entre los bajos de un camión o una patera. Gracias al programa Kideak, Rida encontró el apoyo necesario para establecerse en Pamplona y construir un nuevo camino.

El poder de la mentoría: Creando lazos de confianza

El programa Orbitan de Zakan Social juega un papel fundamental en la mentoría social. Eider Jaime, técnica de mentoría social, explica que a cada joven se le asigna un mentor voluntario durante seis meses. Durante este tiempo, la pareja se reúne en un ambiente distendido para conversar y compartir experiencias. «Se organizan para encontrarse en un ambiente distendido y de ocio en el que conversar. Por ejemplo, dan un paseo por Pamplona y se acercan a conocer el museo o quedan a tomar un café», detalla Jaime. El objetivo primordial es construir «una relación de confianza» que perdure en el tiempo.

Mariapi Nagore, una de las mentoras voluntarias, confiesa que al principio tenía dudas sobre si lograría establecer una conexión profunda con su joven asignado, Adil. Sin embargo, la relación floreció de manera natural. «Al principio, te planteas, ¿yo voy a llegar a tener esa confianza? Y sí, fluye. A lo mejor hacen magia con los emparejamientos porque tenemos reuniones una vez al mes y para cada mentora su chico o chica es el mejor», comenta Nagore con una sonrisa.

Un programa en expansión: Más de 100 emparejamientos

Desde su inicio en 2021, el programa Kideak ha logrado superar el centenar de emparejamientos, y cuenta con una creciente lista de mentores voluntarios en espera. La clave del éxito radica en un riguroso proceso de capacitación tanto para los jóvenes como para los mentores. Según explica Jaime, los voluntarios reciben formación en «habilidades para el acompañamiento emocional, los apoyos que tienen para que las relaciones funcionen, las características globales de los jóvenes con los que trabajamos».

Los técnicos de mentoría y las educadoras desempeñan roles muy definidos para garantizar que la relación personal sea el foco principal. El proceso con los migrantes se adapta a su situación individual, teniendo en cuenta su estabilidad emocional y los recursos disponibles. «Tenemos en cuenta su estabilidad emocional y los recursos de los que disponen. Hay personas que acaban de entrar al programa y que, por ejemplo, están en situación de calle o no tienen tramitada la renta garantizada. Hasta que no consiguen un poco de estabilidad y los recursos básicos [ofrecen servicio de alojamiento], no activamos la mentoría», aclara Jaime.

Superando barreras: El idioma y la confianza

Adil recuerda su primer encuentro con Mariapi en una cafetería. «Yo no podía hablar con ella», señala, ya que llevaba poco tiempo en España y apenas dominaba el castellano. A pesar de la barrera del idioma, la conexión fue inmediata. «La despedida fue muy emocionante. Nos dimos un abrazo que a mí me llegó al alma», rememora Mariapi. Hoy, cuatro meses después, Adil no escatima en elogios hacia su mentora: «Mariapi es muy buena gente. Ahora, cuando estoy mal, tengo una persona a quien explicarle qué me pasa».

La historia de Rida y su mentora, Laura San Martín, es similar. Aunque la mentoría ya ha concluido, la relación se ha consolidado y perdura en el tiempo. San Martín relata con entusiasmo la ilusión que le hizo recibir una foto de Rida con la nota de su último examen. Desde aquel primer encuentro, en el que el idioma era la principal dificultad, ambos han logrado construir una sólida amistad. «La primera vez que conocí a Laura no hablaba español, solo decía sí, sí», recuerda Rida. «Tuvimos que aprender a comunicarnos con el castellano que él sabía y tirando del traductor, así que al inicio lo nuestro fue menos hablar y más hacer actividades», añade San Martín.

Un impacto transformador: Más allá de la mentoría

El programa Kideak está teniendo un impacto significativo en la vida de estos jóvenes migrantes. Adil, por ejemplo, ahora juega en un equipo de fútbol, va al gimnasio y a clases de teatro. Además, colabora con comedores sociales como voluntario de Cruz Roja y Apoyo Mutuo. Rida, por su parte, juega a fútbol sala en el equipo del Casco Viejo de Pamplona, lo que le ha permitido «conocer gente buena» de su edad. San Martín también le ha ayudado a conocer Navarra, llevándole de excursión y explicándole «cosas de vascos».

Experiencia bidireccional

Según Amaia Otazu (2025), periodista de El País, establecer una relación de acompañamiento entre personas de diferentes orígenes, culturas y edades no siempre es fácil. San Martín, como mentora, destaca que a veces existe el riesgo de ser sobreprotector. Sin embargo, Nagore insiste en que es un proceso que se va trabajando día a día. «Al principio puede dar un poco de miedo porque no sabes cómo vas a poder acompañar al chaval, pero es supergratificante y sacas mucho más de lo que das», afirma Nagore.

San Martín subraya que se trata de «una experiencia bidireccional», tanto para los mentores como para la sociedad en general. «Es una oportunidad de que los conozcan, de que vean que son unos chicos estupendos», concluye. El programa Kideak está demostrando que, al unir culturas y construir lazos de confianza, se pueden crear oportunidades para un futuro mejor para todos.