El tejido empresarial español está cambiando considerablemente: las grandes empresas concentran una porción cada vez mayor del total del empleo, mientras que las pequeñas emplean a una proporción menor. Este fenómeno, que ha llevado a España a ser considerada tradicionalmente como un país de pymes, está experimentando un cambio gradual desde hace años.

El crecimiento de la gran empresa

A finales de 2024, las empresas con más de 250 trabajadores empleaban al 43% de los asalariados, 5 puntos porcentuales más que hace una década, y esta tendencia se ha acelerado desde la pandemia. Este cambio se observa principalmente en los extremos de la estructura empresarial. Según los últimos datos del Ministerio de Trabajo, en 2024, las empresas inscritas en la Seguridad Social con más de 500 empleados ganaron 322.000 trabajadores, mientras que las de uno o dos empleados perdieron 5.000. Es el único segmento que, a pesar de la creación de casi 600.000 nuevos empleos durante el último año, ha experimentado un descenso en el número de asalariados. Esto ha provocado que las microempresas, que representaban el 5,95% del empleo total en 2023, hayan pasado al 5,7% en 2024, mientras que las que superan los 500 empleados han aumentado su cuota del 35,73% al 36,43%. Además, los únicos segmentos que aumentan su peso relativo son los que superan los 250 trabajadores, el umbral que define a las pymes.

Esta tendencia hacia empresas de mayor tamaño está respaldada por varios factores. En primer lugar, las empresas más grandes suelen ser más productivas y competitivas, lo que se traduce en mejores condiciones laborales para los empleados. Esto se refleja en los datos: las empresas con más de 250 trabajadores ofrecen salarios medios de 3.009 euros brutos mensuales, mientras que en los centros de trabajo de uno a diez empleados se cobran 1.682 euros, según la Encuesta de Población Activa del INE de 2023.

Los retos de las pymes

Por el contrario, las empresas más pequeñas se enfrentan a retos importantes. Son más vulnerables a los aumentos de costes, como la reciente crisis de precios, y la subida del salario mínimo puede haber contribuido a su bajo rendimiento. Además, muchas de ellas dependen de los contratos temporales, que se han reducido significativamente con la reforma laboral, y tienen mayores dificultades para competir con las grandes empresas, que ganan cuota de mercado debido a sus menores costes laborales.

El resultado es que cada vez más empresas pequeñas se ven obligadas a cerrar o a mantener un tamaño reducido para evitar asumir cargas burocráticas y monetarias. Sin embargo, las pymes desempeñan un papel fundamental en la economía, ya que generan empleo y diversidad empresarial.

El papel de los poderes públicos

Ante esta situación, algunos expertos piden la intervención de los poderes públicos para garantizar un equilibrio que permita la viabilidad tanto de las grandes empresas como de las pymes. Proponen medidas como un marco normativo que tenga en cuenta las necesidades de las pequeñas y medianas empresas, incentivos para su crecimiento y un control más estricto para evitar que las grandes empresas abusen de su poder de mercado.

El futuro del tejido empresarial español

El futuro del tejido empresarial español es incierto, pero los expertos apuntan a la necesidad de un equilibrio entre grandes empresas y pymes. La concentración del empleo en grandes empresas puede ser positiva si impulsa la productividad y la competitividad, pero también puede generar problemas como una menor diversidad empresarial y una mayor concentración de poder económico. Por ello, es esencial que los poderes públicos adopten medidas que fomenten el crecimiento de las pymes y protejan su viabilidad.