Devoción y Plegarias en Filipinas

Tradición y Devoción en Filipinas

En la remota localidad de San Pedro Cutud, al norte de Manila, una escena que mezcla devoción y dolor se repite cada Viernes Santo. Rubén Enaje, un aldeano filipino, fue clavado a una cruz de madera por trigésima quinta vez para reencarnar el sufrimiento de Jesucristo en una tradición que muchos consideran brutal. Este año ha decidido dedicar su penitencia a rezar por la paz en Ucrania, Gaza y el disputado Mar del Sur de China.

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Un Acto de Fe con Repercusión Internacional

El acto de Enaje no solo atrae a locales, sino también a turistas y curiosos de todo el mundo. Entrevistado por la Associated Press, Enaje mencionó su posible retiro de esta práctica debido a la edad, pero sigue comprometido debido a las peticiones de la gente de su pueblo que le solicitan oraciones por familiares enfermos y por la paz mundial.

Una Tradición que Desafía al Tiempo

La tradición de la crucifixión, que había sido pausada debido a la pandemia del coronavirus, se ha retomado, convirtiendo estas prácticas en un espectáculo religioso que genera controversia. A pesar de la oposición de la Iglesia, los penitentes filipinos continúan llevando a cabo rituales de autoflagelación y crucifixión que reflejan una mezcla única de tradiciones católicas y supersticiones populares.

Las repercusiones de los conflictos en Ucrania y Gaza, así como las tensiones en el Mar del Sur de China, se sienten incluso en Filipinas, afectando la economía local y empujando a los más devotos a buscar consuelo y respuestas en su fe.

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Impacto Económico y Oraciones por la Paz

Enaje se ha convertido en una celebridad local por su papel de 'Cristo' en la reencarnación del Vía Crucis. En un mundo cada vez más azotado por la guerra y conflictos territoriales, sus oraciones y penitencias resuenan con un llamado a la paz y solidaridad que supera fronteras. Un ejemplo de fe y esperanza en tiempos de dificultad. Este año, al menos 10 devotos fueron clavados en cruces de madera bajo el ardiente sol de verano, cada uno llevando su cruz personal por más de un kilómetro.