Estudiantes desafían la prohibición de comida chatarra en las escuelas primarias de México

En un giro inesperado, la prohibición de la comida chatarra en las escuelas primarias mexicanas, implementada con la intención de mejorar la salud de los estudiantes, está siendo eludida por los propios alumnos. Según Jardiel Palomec, periodista de El Financiero (2025), los niños están llevando sus propios refrigerios prohibidos desde casa, convirtiéndose en pequeños emprendedores dentro de las aulas.

El auge del mercado negro de la merienda escolar

La medida, que entró en vigor el 29 de marzo de 2025, buscaba erradicar la venta de productos ultraprocesados en las escuelas, reemplazándolos con opciones más saludables como frutas y agua embotellada. Sin embargo, la realidad es que los estudiantes han encontrado formas ingeniosas de saltarse la norma. Alejandro, un estudiante de tercer grado en la Alcaldía Gustavo A. Madero, es un claro ejemplo de esto. Durante el recreo, Alejandro saca una lonchera más grande de lo normal, no solo para su propio consumo, sino para vender golosinas y papas fritas a sus compañeros.

«No es solo Alejandro», explica Palomec (2025). «Otros estudiantes como Ana, quien prepara sopas instantáneas con agua caliente de un termo, y Felipe, que vende jugos y bebidas azucaradas, también están participando en este floreciente mercado informal». Estos jóvenes emprendedores están respondiendo a una demanda insatisfecha, llenando el vacío dejado por la prohibición de la comida chatarra.

Consecuencias no deseadas de la prohibición

La prohibición ha tenido un impacto negativo en las cooperativas escolares, que han visto una drástica caída en sus ventas. Doña Leti, encargada de una cooperativa, ha tenido que cambiar su menú, ofreciendo ahora solo cócteles de fruta y agua embotellada. «Los alumnos ya no me compran», se lamenta Doña Leti, «dicen que no se les antoja nada de lo que vendo». La situación también afecta a los vendedores ambulantes fuera de las escuelas, quienes han visto disminuir sus ingresos al no poder vender los productos que los niños desean.

La resistencia de los estudiantes y las preocupaciones de los padres

Los maestros están notando la resistencia de los estudiantes a la nueva normativa. Patricia García, una maestra, comenta que los alumnos llegan a la escuela con mochilas más abultadas, llenas de productos prohibidos. Guadalupe, otra maestra, señala que los estudiantes no prestan atención cuando se les explica los riesgos para la salud de los alimentos ultraprocesados. Según El Financiero (2025), los padres de familia también expresan su preocupación, argumentando que el precio de las frutas y verduras ha aumentado, dificultando la preparación de desayunos saludables para sus hijos. Paulina, madre de Alejandro, afirma que el kilo de aguacate cuesta 90 pesos, mientras que los duraznos se venden a 100 pesos el kilo.

¿Una solución a la vista?

La situación actual plantea interrogantes sobre la efectividad de la prohibición de la comida chatarra en las escuelas. Si bien la intención es loable, la realidad es que los estudiantes están encontrando formas de eludir la norma, y las cooperativas escolares y los vendedores ambulantes están sufriendo las consecuencias económicas. El Financiero (Palomec, 2025) sugiere que es necesario replantear la estrategia, buscando alternativas que sean más efectivas y que tengan en cuenta las necesidades y preferencias de los estudiantes. Podría ser útil considerar la educación nutricional integral, combinada con la oferta de opciones saludables a precios accesibles, como una solución más viable a largo plazo.

Quizás, en lugar de simplemente prohibir, se debería fomentar una cultura de alimentación saludable desde una edad temprana, empoderando a los estudiantes para que tomen decisiones informadas sobre su nutrición. El camino hacia una alimentación más saludable no pasa necesariamente por la prohibición, sino por la educación y la disponibilidad de opciones.

Referencias