Grifols y Apollo firman un acuerdo para salvar su crisis financiera

La compañía fabricante de hemoderivados informó la semana pasada a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) que había cerrado una colocación privada de 1.000 millones de euros. A la espera de que se ultimen los detalles, el gigante estadounidense Apollo lidera la financiación como principal inversor, según fuentes del mercado.

Grifols espera utilizar esta financiación para hacer frente a los vencimientos de deuda de 2.900 millones de euros que tiene pendientes para el próximo año

La empresa catalana se lanzó a los mercados el mes pasado por primera vez desde que el inversor bajista Gotham City publicara un demoledor informe en el que acusaba a la compañía de maquillar sus cuentas para reducir su deuda e inflar sus ganancias. En lugar de recurrir a la emisión de bonos públicos, como había hecho habitualmente hasta ahora, la compañía optó por una vía hasta ahora desconocida para ellos: realizar una colocación privada de deuda en Estados Unidos, un mecanismo que en el pasado utilizó el FC Barcelona para financiar las obras del Camp Nou.

Esta fórmula les permitió negociar con solo unos pocos fondos de capital riesgo especializados en deuda, en lugar de acudir a los mercados públicos, lo que les exigía un mayor ejercicio de transparencia y les dificultaba fijar un precio con facilidad debido a las dudas del mercado. Finalmente, tal y como informó a la CNMV, han conseguido colocar la deuda a un precio del 7,5%, con vencimiento en 2030. Deutsche Bank ha sido el banco colocador en la transacción. Osborne Clarke y Proskauer Rose se han encargado de los asuntos legales.

El principal suscriptor de este bono es el fondo Apollo, que lidera la colocación junto a Golden Tree y Dianator

Apollo es un gigante del capital riesgo, con un contundente historial de entrada en el capital de empresas, como acaba de hacer con Applus o con la adquisición de Primafrio en 2021. Pero también es uno de los vehículos, a través de su rama de deuda privada, al que suelen recurrir las empresas con problemas para obtener financiación cuando tienen los mercados cerrados. En este ámbito ha prestado dinero a Naviera Armas, que terminó en manos de sus acreedores, o a Lecta, además de participar en varias operaciones de deuda ligadas al sector inmobiliario vinculadas a la crisis inmobiliaria.

Apollo se integrará en un grupo de acreedores de la compañía formado por grandes nombres de las finanzas como BlackRock, Blackstone, Allianz o las ramas de gestión de activos de JP Morgan y Deutsche Bank, todos ellos presentes en los bonos de la empresa. Según indican algunas fuentes consultadas, la primera intención de Apollo era abordar un acuerdo más amplio, que contemplara su entrada en el capital, un aspecto que finalmente la compañía ha descartado. Ya hace cerca de dos años que Grifols planteó una ampliación de capital en la que diera entrada a un fondo de capital riesgo, con lo que reducir su endeudamiento. En su momento negociaron con firmas como KKR o CVC.

En esta ocasión, la compañía ha afrontado estas negociaciones con la familia Grifols fuera de la gestión, pilotada por Thomas Glanzmann como presidente de la compañía y el recién llegado Nacho Abia como consejero delegado

Aunque Grifols ha conseguido blindar el capital de la irrupción de este fondo, lo cierto es que ha dado entrada ya al capital riesgo en el perímetro del grupo. El hecho de que un solo vehículo asuma casi toda la emisión hace, además, que la nueva deuda sea en realidad una especie de crédito privado más que un bono, previsiblemente condicionado al cumplimiento de determinadas ratios financieras, lo que puede derivar en la conversión de esa deuda en capital.

Pactar con Apollo ha permitido a Grifols emitir esta nueva deuda a un precio más barato del que habrían exigido los mercados. Frente al 7,5% que pagará, los dos bonos que vencen en 2028 (el vencimiento más cercano al de la deuda de Apollo) pagan una rentabilidad del 9,3% para los 1.400 millones y algo más del 10% para otros 600 millones. En cualquier caso, este precio constreñirá aún más las cuentas de Grifols, frente a la rentabilidad que exigen los inversores. Esta deuda paga un cupón del 3,8% y el 4,7%, respectivamente.

Con respecto a los bonos que espera sustituir, estos pagan un interés del 1,6%, muy inferior al que deberá afrontar ahora la compañía

Con estos 1.000 millones de deuda vendidos a Apollo, Grifols pretende amortizar una de las dos emisiones de bonos que vencen el año que viene. El objetivo es reemplazar unos bonos no garantizados que vendió en 2019 por 905 millones. Mientras, con respecto a los otros 1.000 millones de deuda garantizada, la compañía prevé repagarlos con los 1.600 millones que obtendrá de la venta a Haier de su 20% en la compañía china Shanghai RAAS. Espera cerrar este acuerdo de venta, que rubricó en diciembre del año pasado, durante el primer semestre de este 2024.

A mayores, la compañía debe afrontar también el vencimiento de una línea de crédito de 900 millones. En este caso, sin embargo, espera que la refinanciación sea mucho más sencilla, pese a que el BCE ha pedido explicaciones a las entidades sobre su exposición a la compañía.

Su siguiente punto clave será en 2027, cuando deberá devolver 770 millones en bonos y dos préstamos sindicados por 2.600 millones en suma

La principal duda de las agencias de rating para que Grifols pueda culminar con éxito esta refinanciación está en su capacidad para generar caja. El incremento en el coste de la deuda elevará las tensiones sobre la liquidez de la compañía. Por este motivo, S&P y Fitch han rebajado el rating hasta B, cinco escalones por debajo del grado de inversión, para la primera, y un peldaño por encima, B+, para la segunda. Moody's, por su parte, mantuvo su nota en B2, pero rebajó la perspectiva a negativa.