El regreso de Trump tendrá un profundo impacto global

¿El rey Donald podrá disfrutar de un renacimiento económico de Estados Unidos?

¿Qué impacto tendrá el segundo mandato de Donald Trump? El mundo es impredecible y Trump también lo es. Su primera presidencia transformó a Estados Unidos y a todos los países. Es probable que la segunda tenga un impacto más profundo.

“A partir de hoy”, dijo Trump en su discurso de investidura, “Estados Unidos de América será una nación libre, soberana e independiente”. Estamos tan acostumbrados a ese tipo de expresiones de autocompasión por parte de él y de los que lo rodean que (ya casi) dejaron de sorprendernos.

Sin embargo, está hablando del país más poderoso del mundo, que desde hace un siglo y medio se encuentra a la vanguardia de la innovación y le dio forma al mundo en el que vivimos. ¿Qué diablos ha impedido que EU sea una nación libre, soberana e independiente? La respuesta, al parecer, son las obligaciones autoimpuestas y las limitaciones que aceptaron de manera voluntaria a su propio poder.

Ahora, insinúa, hará lo que quiera. La nación deja de tener pretensiones de liderazgo moral: se proclama otra gran potencia bajo el viejo lema: “el que tiene el poder tiene la razón”.

¿Cómo ve el mundo este acontecimiento?

En “Alone in a Trumpian World”, el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores acaba de publicar los resultados de encuestas de opinión pública en todo el mundo. Son fascinantes.

Las personas más preocupadas por la segunda llegada de Trump son ciudadanos de sus aliados más cercanos. Solo 22 por ciento de los ciudadanos de la Unión Europea, 15 por ciento de los británicos y 11 por ciento de los surcoreanos piensan que su regreso es algo bueno para su país.

Mientras, 84 por ciento de indios, 61 por ciento de los habitantes de Arabia Saudita, 49 por ciento de los rusos y 46 por ciento de los chinos piensan que es bueno para su país.

Esto, sugiere el informe, indica “la aceptación por parte del público de un mundo mucho más transaccional”. Sin embargo, para los aliados cercanos de EU, esto marca el fin de los lazos de confianza en los que se apoyan. Ya no pueden ser gorrones del poder estadunidense.

Tal vez les sirva, pero se trata de algo más que de su mera dependencia. Los europeos de posguerra creían en el “orden internacional liberal”. Para ellos, su desaparición es una enorme decepción.

El denominado “sur global” en su mayoría nunca lo hizo y por eso se siente más cómodo con el enfoque transaccional de Trump.

En dos áreas importantes —el comercio y el medio ambiente global—, el enfoque de Trump creará desafíos especiales.

En el primero sí había un orden liberal, construido en torno a instituciones globales que promovían la liberalización comercial y brindaban una estabilidad sustancial al entorno de la política comercial. Esto fue de particular importancia para las pequeñas economías dependientes del comercio.

Como resultado, la relación entre el comercio de bienes y la producción mundial aumentó de 5 por ciento al final de la Segunda Guerra Mundial a 15 por ciento al término de la Guerra Fría y a 25 por ciento en vísperas de la crisis financiera global. Desde entonces se estancó.

¿Cuánto daño causarán las guerras arancelarias que ponga en marcha Trump? El comercio ya se desplomó antes. ¿Volverá a ocurrir lo mismo?

Trump tiene la idea (una de sus muchas tonterías) de que los extranjeros pagarán sus aranceles. De hecho, los estadunidenses lo harán: no solo es un bravucón, sino un tonto. Pobres de Canadá y México, ¿cómo deben responder las víctimas?

Las represalias, sostiene Dani Rodrik, de Harvard, son costosas para quienes las adoptan. Así que hay que ser cautelosos.

Un segundo ámbito crucial es el cambio climático.

Según los republicanos de MAGA, esto es un engaño. Por eso, Trump declara: “Vamos a perforar, perforar, perforar”. En 2024, según la NASA, las temperaturas globales fueron 1.28 grados Celsius superiores a las de 1951-1980, la más alta jamás registrada. Las concentraciones atmosféricas de CO2 siguen aumentando.

Así que hay que “quemar, quemar, quemar”. Esta indiferencia ante el destino del planeta puede resultar devastadora. Eso también genera enormes preocupaciones para el resto del mundo.

¿El rey Donald podrá disfrutar de un renacimiento económico estadunidense? Es poco probable, sobre todo porque la economía que heredó está muy lejos del desastre que él proclama sin cesar.

Por el contrario, el desempeño de la economía estadunidense superó por mucho a la de sus pares desde la pandemia. En su actualización de las Perspectivas de la Economía Mundial de enero, el FMI señala que “se proyecta que el crecimiento será de 2.7 por ciento en 2025”. Esto es 0.5 puntos porcentuales más alto que en su pronóstico de octubre y una tasa con la que otras economías de altos ingresos solo pueden soñar.

Trump debe agradecerle a Joe Biden por este legado.

Dado lo bien que están las cosas, el camino más fácil es hacia abajo. En el corto y mediano plazos, la combinación de una política fiscal laxa con una desregulación desenfrenada, los aranceles y la expulsión masiva de inmigrantes puede reavivar la inflación. Eso desencadenará un conflicto entre el presidente y la Fed.

Combinado con un nuevo episodio de desregulación financiera, esto puede desatar otra crisis financiera y, a su vez, colapsar un mercado de valores con una valoración históricamente alta, la única métrica que le importa a Trump.

Además, hereda un déficit fiscal previsto por la Oficina de Presupuesto del Congreso de 6.2 por ciento del PIB este año, con una deuda en manos del público de ciento por ciento y aumentando. Este es un camino insostenible. La esperanza parece ser que los enormes recortes del gasto cerrarán la brecha. Pero no serán suficientes y se producirán a expensas de sus partidarios políticos. Tal vez, en su segundo mandato, ya no le importe. Pero a ellos seguro que sí.

Trump es impredecible. Tal vez logre una paz justa en Ucrania y Medio Oriente. Tal vez tire al basurero de la Oficina Oval la mayoría de sus amenazas y promesas, se regodee en su estatus y deje a su país y al mundo en buena forma.

Parece más probable que se produzcan daños sustanciales a la alianza occidental, al comercio mundial, al medio ambiente global y a las instituciones estadunidenses y mundiales. Sin embargo, proclamó en este discurso que: “Mi legado del que estaré más orgulloso será el de un pacificador y unificador. Eso es lo que quiero ser”. Es lo que todos queremos que sea también.